lunes, 27 de junio de 2011

CAPITULO VIII - EL PRINCIPITO

Imagen extraída del Internet.

Aprendí bien pronto  a conocer mejor esta flor. Siempre había habitado en el planeta del principito flores muy simples adornadas con una sola fila de pétalos que apenas ocupaban sitio y a nadie molestaban.
Aparecían entre la hierba una mañana y por la tarde se extinguían. Pero aquella había germinado un día de una semilla llegada de quién sabe donde, y el principito había vigilado cuidadosamente desde el primer día aquella ramita tan diferente de las que él conocía. Podía ser una nueva especie de baobab. Pero el arbusto cesó pronto de crecer y comenzó a echar su flor. El principito observó el crecimiento de un enorme capullo y tenía el convencimiento de que habría de salir de allí una aparición milagrosa; pero la flor no acababa de preparar su belleza al abrigo de su envoltura verde. Elegía con cuidado sus colores, se vestía lentamente y se ajustaba uno a uno sus pétalos. No quería salir ya ajada como las amapolas; quería aparecer en todo su esplendor de su belleza. ¡Ah, era muy coqueta aquella flor! Su misteriosa preparación duraba días y días. Hasta que una mañana, precisamente al salir el Sol se mostró espléndida. 
La flor que había trabajado con tanta precisión, dijo bostezando:
- Ah , perdóname...apenas acabo de despertarme ..estoy toda despeinada!
El principito no pudo contener su admiración:
-¡Que hermosa eres! 
-¿Verdad?- respondió dulcemente la flor- He nacido al mismo tiempo que el sol. El principito adivinó exactamente que ella no era muy modesta ciertamente, pero ¡era tan conmovedora!
- Me parece que ya es hora de desayunar- añadió la flor- si tuvieras la bondad de pensar un poco en mí...
Y el principito, muy confuso, habiendo ido a buscar una regadera la roció abundantemente con agua fresca. 
Y así, ella lo había atormentado con su vanidad un poco sombría. Un día, por ejemplo, hablando de sus cuatro espinas, dijo el principito: 
- ¡Ya pueden venir los tigres, con sus garras!
-No hay tigres en mi planeta- observó el principito- y, además, los tigres no comen hierba. 
- Yo no soy una hierba- respondió dulcemente la flor.
- Perdóname...
- No temo a los tigres, pero tengo miedo a las corrientes de aire ¿No tendrás un biombo?
"Miedo a las corrientes de aire no es una suerte para una planta- pensó el principito-.Esta flor es demasiado complicada..."
- Por las noches me cubrirás con un fanal...hace mucho frío en tu tierra. No se está muy a gusto; allá de donde yo vengo...
La flor se interrumpió; había llegado allí en forma de semilla y no era posible que conociera otros mundos. Humillada por haberse dejado sorprender inventando una mentira tan ingenua, tosió una o dos veces para atraerse la simpatía del principito. 
- ¿Y el biombo?
- Iba a buscarlo, pero como no dejabas de hablarme...
Insistió en su tos para darle al menos remordimientos. 
De esta manera el principito, a pesar de la buena voluntad de su amor, habría llegado a dudar de ella. Había tomado en serio palabras sin importancia y se sentía desgraciado. 
"Yo no debía hacerle caso- me confesó un día el principito - nunca hay que hacer caso a las flores, basta con mirarlas y olerlas. Mi flor embalsamaba el planeta, pero yo no sabía gozar con eso...
Aquella historia de garras y tigres que tanto me molestó, hubiera debido enternecerme".
Y me contó todavía: 
"¡No supe comprender nada entonces! Debía juzgarla por sus actos y no por sus palabras. ¡La flor perfumaba e iluminaba mi vida y jamás debí huir de allí! ¡No supe adivinar la ternura que ocultaban sus propias astucias! ¡Son tan contradictorias las flores!
¡Pero yo era demasiado joven para saber amarla!".  

EL PRINCIPITO. A.Saint Exupéry. Ediciones Koala.

domingo, 19 de junio de 2011

CARPE DIEM


IMAGEN EXTRAIDA DEL INTERNET. AUTOR ANONIMO.

jueves, 2 de junio de 2011

CANTEMOS

CANTO A MI MISMO (Song of Myself)

1

Yo mismo me celebro y a mi mismo me canto;
y mis pretensiones serán las tuyas,
pues que cada átomo mío también te pertenece.

Vago y a mi alma la incito;
vago y holgazaneo a mi antojo, contemplando la brizna de hierba estival.

Casas y aposentos llenos de perfumes están -las alacenas saturadas de perfume se hallan;
aspiro yo mismo la fragancia y, complacido, la reconozco;
el vaho también me amenaza, pero yo no lo tolero.
La atmósfera no es un perfume- no tiene el dejo de la destilación- es inodora;
ella es para mi boca eternamente. De ella estoy enamorado; llegaré a la represa atravesando el bosque y, candoroso, desnudándome, enloquecí al sentir tu contacto.

Mi lengua, cada átomo de mi sangre, formados de este suelo, de este aire, nacido aquí de padres, nacidos aquí de padres también aquí nacidos,
yo ahora de treinta y siete años de edad, en perfecta salud, comienzo,
esperando no cesar más hasta la muerte.
Credos y escuelas a la expectativa,
retirándome por un momento, teniendo suficiente de lo que ellos son, pero sin olvidarlos nunca,
yo ofrezco abrigo para el bien o para el mal,
yo dejo hablar a todos a la ventura,
la naturaleza desenfrenada con la energía original.

WALT WHITMAN (Libro: Hojas de Hierba)