Alcanzamos una cierta medida de madurez cuando reconocemos a nuestros parientes por lo que realmente son, sin sentimentalizar ni mitificar, pero también sin echarles la culpa injustamente por nuestras imperfecciones. La madurez supone estar dispuesto a mirar cara a cara los lugares largos y oscuros, las sombras temibles, por penoso y duro que esto pueda ser. En este acto de recuerdo y aceptación ancestrales podremos encontrar una luz que permitirá llevar a salvo a casa a nuestros hijos.
Textos extraídos de: Sombras de antepasados olvidados; Carl Sagan; Ed.Planeta.
Mis Abuelos, Mis Padres y Yo. 1936, óleo y tempera sobre metal.
Por Frida Khalo.
Domingo de paseo por los blog amigos, estupendo haber pasado de nuevo por tu casa.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Gracias por pasar "Sonrisa de Hiperión", te mando un abrazo para vos también.
ResponderEliminarMuchita, es un gusto pasar a saludarte y leer amiga. Siempre llega el momento de madurar amiga. Besos, cuidate mucho.
ResponderEliminarTOTALMENTE!! genial entrada. Me encanto tu blog! te sigo!
ResponderEliminarGracias Poetiza por comentar, todo llega a su tiempo para contemplar con madurez lo maravillosa que es la vida.
ResponderEliminarGracias Agus Galván por visitar mi blog. ¡Bienvenida!